Entre el 6 y el 8 de febrero de 2025, el Instituto Mayor Campesino (IMCA) acogió la Inmersión Ignaciana, una experiencia que reunió a cerca de setenta participantes, entre jesuitas y laicos, en un espacio de reflexión y compromiso con el cuidado de la casa común. Inspirado en la cuarta Preferencia Apostólica Universal de la Compañía de Jesús, este encuentro nos invitó a profundizar en la relación entre la fe y la ecología, en sintonía con el llamado del Papa Francisco en la encíclica Laudato Si’ (2015) y la exhortación apostólica Laudate Deum (2023).
La experiencia comenzó con las palabras del P. Herman Rodríguez, SJ, quien evocó una valiosa enseñanza del P. Gustavo Baena: la conversión, en términos sencillos, es el arte de “enderezar lo torcido”. Desde esta perspectiva, revisar nuestra relación con la creación nos lleva a reconocer la necesidad de un cambio profundo en nuestra manera de pensar y actuar. A menudo, desde una visión antropocéntrica, nos asumimos meros administradores del mundo; sin embargo, es imprescindible un proceso auténtico de conversión que nos permita escuchar el clamor de la tierra y sentirnos parte integral de la creación.
El desarrollo del encuentro propició la toma de conciencia y la reflexión sobre iniciativas y avances a nivel de provincia. En este contexto, se presentó una síntesis de la COP16, un encuentro internacional que abordó los desafíos y oportunidades ambientales en Colombia. El segundo día nos brindó la oportunidad de conocer experiencias concretas de ecología integral a través de diversas prácticas medioambientales. Estas vivencias reforzaron la urgencia de atender tanto el clamor de la tierra como el de la humanidad, promoviendo una visión holística del problema ecológico.
El último día fue un espacio para dialogar sobre los compromisos que podrían surgir desde las regiones y las obras transversales. En el caso del CIRE, quedó la invitación a dimensionar el papel fundamental de los Ejercicios Espirituales en el discernimiento ecológico. La espiritualidad encarnada de Ignacio de Loyola nos llama a «enderezar lo torcido»: a dejar atrás posturas intimistas, egoístas e indiferentes, y a convertirnos en un espíritu en salida, comprometido con la misión de Cristo. Para soñar juntos lo imposible, necesitamos una verdadera conversión ecológica y la certeza de que el amor y la acción nos convocan al cuidado de la casa común y a la construcción de un futuro esperanzador.
Por: Leonardo Marulanda Tobón – CIRE Antioquia





