Me has demostrado muchas veces en mi vida que estás presente, que en las dificultades extiendes tu mano y me abres la puerta para darme salida. No me dejas hundirme.
Ya es hora de que yo haga solo tu voluntad en lo cotidiano de mi vida. Que me deje llevar, que aprenda a dejarme guiar en las pequeñas cosas de mi vida, soltándome y confiando en las mociones interiores que Tú colocas en mí. Es tiempo de aprender a distinguir cuáles de esas mociones vienen de Ti y cuáles no, porque ahí intuyo que está mi felicidad, mi tranquilidad y la abundancia de vida que prometiste a quienes están realmente enraizados en Ti (Juan 15).
Quiero ser esa rama unida al tronco que eres Tú, para dar el fruto que deseas, el fruto que cumple el propósito de mi vida. Me atrae tu invitación a vivir como rama conectada al tronco. Sé que eso significa aprender a silenciar mi mente, dejando atrás la ansiedad y las preocupaciones que surgen cuando me centro en mí mismo. Hoy constato que, por mi cuenta, solo acumulo cargas innecesarias. Pero enraizado en Ti, confiando en tus guías e invitaciones, puedo respirar tranquilo y vivir atento a tu actuar. Ese es el hábito que quiero aprender.
Ahora entiendo al salmista cuando pide ser guiado en tus caminos (Salmo 25). Enséñame a seguirlos con confianza y amor, para encontrar mi paz en Ti.