“Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre”
(Filipenses 2:9-11)
Lecturas:
- Isaías 50: 4-7
- Salmo 21
- Filipenses 2: 6-11
- Lucas 22: 14 a 23: 56
Los seres humanos experimentamos siempre la contradicción entre la vocación a la felicidad, a la realización plena de aquellas cosas que nos dan satisfacción y plenitud,[1] y la vivencia de una inevitable precariedad, manifestada en el sufrimiento, el sentimiento trágico de la vida, el vacío que nos causan los fracasos afectivos, la frustración de proyectos en los que estamos empeñados[2] y “esta señora muerte que se va llevando todo lo bueno que en nosotros topa”. [3] La tendencia filosófica conocida como existencialismo se fijó especialmente en esta condición de contingencia, marcada por el vacío y el pesimismo que surge en las dos guerras mundiales, en la bomba atómica que destruye la vida de millares de personas en Hiroshima y Nagasaki, sociedades con honda experiencia de derrota y destrucción, acompañadas de un notable escepticismo frente a las posibilidades de felicidad y de sentido. En Colombia sabemos mucho de todo esto, pero también de resiliencia y de digna y meritoria superación de la cultura de la muerte.
Si revisamos atentamente nuestras biografías podremos verificar la tensión entre esta legítima pasión por la felicidad y la vivencia contradictoria del mal y del sufrimiento. Un día nos entusiasmamos con determinado proyecto y le entregamos lo mejor de nuestro ser, pero también sufrimos de desencanto cuando no encontramos la respuesta esperada; trabajamos con ahínco por mantener una buena salud pero la enfermedad nos acecha, nos encanta un determinado líder político, lo elegimos con la idea de que será definitivo para salvar nuestro país de la debacle y, una vez en su cargo de gobierno, padecemos sus desaciertos e incompetencias para dirigirnos. Las grandes utopías del siglo XX, fundamentadas en esa mentalidad del mundo feliz, la sociedad sin clases del paraíso comunista, el capitalismo con su propósito de lucro y bienestar, han demostrado las hondas fisuras que contienen en sí mismas y su incapacidad para satisfacer esta búsqueda de la felicidad. [4] Así mismo, es imperativo recordar que la arrogancia humana se pone de espaldas a Dios, y pretende construir un mundo sin El y sin el prójimo, arrasando con toda moralidad, profanando el santuario de la vida, desafiando la justicia, desacralizando la existencia, rindiendo culto a ídolos insostenibles, permitiendo que predominen el egoísmo y la ausencia de la referencia trascendente.
Conviene advertir que hablar de esto no se orientad al escepticismo acerca de nuestras posibilidades de felicidad, sino a constatar que esa pregunta constante por el sentido de la vida es la permanente aventura en la que estamos abiertos a descubrir que nosotros, seres humanos, no nos salvamos a nosotros mismos, que la plenitud anhelada no la logramos por nuestro simple esfuerzo, que hay una realidad “totalmente otra” que nos invita a trascender hacia ese Otro definitivo, El, en permanente trascender hacia nosotros, los humanos, en el que se consuma plenamente esta tarea inagotable de configurar nuestra felicidad. Los seres humanos somos necesitados de salvación! [5]
El pueblo de Israel es el prototipo de esta conciencia necesitada de salvación y sentido. Después de logros y momentos de realización, experimentaron multitud de fracasos, rompieron su vínculo fundante con el Dios que se había comprometido con ellos, hicieron de su religión una fría colección de rituales y preceptos sin misericordia ni justicia, absolutizaron los ídolos del poder, se envanecieron con sus triunfos, se alejaron de sus prójimos sedientos de dignidad. Así, sobrevinieron el fracaso y las sucesivas dominaciones de potencias extranjeras. En esa cruda experiencia empezaron a buscar respuestas y poco a poco fueron configurando su expectativa de un Mesías, un enviado de Dios para salvarlos y hacerlos libres nuevamente. Se tejieron toda suerte de tradiciones en torno a esta esperanza: salvador político, rey poderoso, reformador religioso, vencedor de sus enemigos. [6]
El tema central de las lecturas de este Domingo de Ramos es la relación necesidad de salvación-mesianismo. La palabra “Mesías”, de origen hebreo, significa “ungido”, que en griego se dice “Xristós”. En la tradición del Antiguo Testamento ungir a alguien equivalía a confiarle una misión en nombre de Dios, para beneficio de todo el pueblo creyente, una misión de libertad y de salvación. Las dos palabras – Mesías y Xristós – aluden a aquel personaje que Israel aguardaba, líder que instauraría definitivamente el derecho y la justicia, el nuevo orden de vida donde quedarían superadas las condiciones de ignominia que afligían a ese pueblo. Cuando en la profesión de nuestra fe decimos Jesucristo estamos afirmando que en el hombre histórico llamado Jesús de Nazareth acontece de modo definitivo la salvación que Dios ofrece al ser humano., [7] Jesús el Cristo.
La primera lectura de hoy nos ofrece el perfil de este salvador: “El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás”[8] . La misión profética va a contracorriente del poder, de las ambiciones desordenadas, de la injusticia, de la dominación del prójimo, su palabra no tiene compromisos con los poderes establecidos, en su quehacer residen la libertad de Dios, el anuncio de la dignidad, de la vida plena y la denuncia de lo que es incompatible con el proyecto original del amor de Dios.
En la catequesis más tradicional se ha hecho desmedido énfasis en el querer de un Dios complacido con la penosa cruz de su Hijo, ciertamente una imagen sádica que resulta molesta para las mejores sensibilidades de amor y de donación de la vida. Jesús es sometido al suplicio como consecuencia de sus opciones, su postura abiertamente crítica contra el judaísmo de su tiempo, obsesionado con la milimetría de la ley, desentendido de la conversión del corazón y del amor y la solidaridad con los vulnerables y marginales, le “valen” la saña de los sacerdotes del templo de Jerusalén y del sanedrín. La narrativa de Dios en Jesús es la de suprema credibilidad del amor, nunca la entronización del sufrimiento programado de antemano, como la necesidad de un Dios sediento de sangre.. Que sea esta Semana Santa de 2025 tiempo para un magnífico ejercicio de confrontación, en el que se recupera la originalidad liberadora de todo el ser y quehacer de Jesús, que encuentra en la pasión el punto culminante de su misión. [9] El sufrimiento de Jesús fue un hecho real, del más intenso dramatismo y dolor, gravísima injusticia, reflejo de esa perversidad de los seres humanos que no soportan la rectitud y la bondad en grado máximo, porque ven en ella un “desajuste profético” que denuncia su maldad, y quiebra su escala de valores.
Lo que Dios ha querido realizar en Jesús es una narrativa fundante de amor, de misericordia, de solidaridad liberadora con toda la humanidad, para inspirar un modelo de vida referido al Padre y al ser humano, particularmente al que es afectado en su dignidad, no quedando esto solamente en una reivindicación sociológica sino en una afirmación de la trascendencia de Dios hacia la humanidad y de esta hacia El. El Dios que opera en la cruz de Jesucristo es un Dios que salva desde la debilidad, desde la extrema humillación, no es tanto un Dios topoderoso, cuanto un Dios “todo-debilidoso”, que San Pablo llama el escándalo de la cruz.
El texto de la pasión que se proclama este año el Domingo de Ramos es el de Lucas, conocido como el evangelista de la misericordia, del amor infinito e incondicional de Dios manifestado en Jesucristo.[10] Ninguno de los evangelistas como él ha percibido la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres y humillados del mundo. A lo largo del relato lucano captamos las diversas escenas de exquisita cercanía de Jesús con débiles, viudas, huérfanos, mujeres, cobradores de impuestos, pecadores. Nos deja ver la relación de intimidad con su Padre misericordioso: “Padre, si quieres aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”[11], o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento: “Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba”[12]. La cruz aparece en este relato como un verdadero sacramento del amor de Dios: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento, la dimensión de esperanza en la que se vislumbra la superación del absurdo por el mismo Dios que se hace plenamente solidario con quien sufre. Lucas no hace mucho énfasis en los aspectos dramáticos, en su narración no se detiene a referir detalles dolorosos, porque nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia Jesús y hacia todos los seres humanos. No presenta a Jesús abandonado en el Calvario sino rodeado de amigos y conocidos: “Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido”[13], y reemplaza el grito trágico que pone Mateo en boca de Jesús[14] con la invocación de ilimitada confianza propia del salmo 30: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”[15], conmovedora serenidad en el momento supremo de su vida.
El judío marginal que fue crucificado es el mismo Señor Resucitado. Su mesianismo es en misericordia, abajándose, haciéndose mínimo y humillado, legítimo y absoluto amor, el único que es digno de fe:[16] “El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente. Al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra, en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Señor”[17].
Antonio José Sarmiento Nova SJ
[1] MARGOT, Jean Paul. La felicidad. En Praxis Filosófica, número 25, julio-diciembre 2007, páginas 55-79. Universidad del Valle. Cali, 2007. ARGYLE, M. La psicología de la felicidad. Alianza Editorial. Madrid, 1992. BOSCH, Magdalena. La felicidad en Aristóteles: fin, contemplación y deseo. En https://www.proyectoscio.ucv.es/wp-content/uploads/2019/09/AIF.-2-MAGDALENA-BASCH.pdf CASTILLO, José María. Dios y nuestra felicidad. Desclée de Brower. Bilbao, 2001.
[2] FRANKL, Viktor. Ante el vacío existencial. Herder. Barcelona, 1979. SARTRE, Jean Paul. El ser y la nada. Losada. Buenos Aires, 1976.
[3] Primera estrofa del poema “Señora Muerte” (1919), del poeta León de Greiff (1895-1976). SPRINGHART, Heike. El hombre vulnerable. Sígueme. Salamanca, 2020. PAZ, Octavio. El laberinto de la soledad. Fondo de Cultura Económica. México D.F., 1967. MARTÍN MORILLA, José Manuel & MUÑOZ, Francisco A. Complejidad, fragilidad y conciencia agónica. En https://www.ugr.es/-fmunoz/documentos/COMPLEJIDADfragilidadef2.pdf CARDONA SUÁREZ, Luis Fernando (Editor). Filosofía y dolor: hacia la autocomprensión de lo humano. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2014.
[4] GIDDENS, Anthony. Un mundo desbocado: los efectos de la globalización en nuestras vidas. Taurus. Madrid, 2000. GIRALDO PATIÑO, Paula Andrea. El vacío existencial y la pérdida de sentido de vida en el sujeto posmoderno: retos para el cristianismo del siglo XXI. En Cuestiones Teológicas volumen 41 número 96, julio-diciembre 2014, páginas 425-444. Universidad Pontificia Bolivariana, F Medellín. MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional. Austral. Madrid, 1977; El final de la utopía. Ariel. Barcelona, 1978. HOBSBAWM, Eric. Adiós a todo aquello. En https://www.scielo.org.co/pdf/hiso/n23/n23a16.pdf HARVEY, David. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Traficantes de Sueños-Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador. Madrid, 2014. HUXLEY, Aldous. Un mundo feliz. Cátedra. Barcelona, 2013.
[5] STEIN, Edith. Ser finito y ser eterno. Fondo de Cultura Económica. México D.F., 1996. NAVARRO, Rosana Elena. De lo humano vulnerado a lo humano resignificado, desde la experiencia espiritual de Etty Hillesum. En Cuestiones Teológicas volumen 42 número 97, ener-junio 2015, páginas 205-228. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 2015.
[6] SICRE, José Luis. El desarrollo de la esperanza mesiánica en Israel. En Cuestiones Teológicas volumen 34 número 82, junio-diciembre 2007, páginas 249-256. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 2007. BRIGHT, John . La historia de Israel. Desclée de Brower. Bilbao, 1970. SCHIPPER, Bernd U. Breve historia del antiguo Israel. Sígueme. Salamanca, 2021. LILLO BOTELLA, Carles. El mesianismo judío: una respuesta política a la dominación romana. En https://www.ub.edu/grat/wp-content/uploads/2017/02/grat193.pdf
[7] KASPER, Walter. Jesús, el Cristo. Sígueme. Salamanca, 1994. SOBRINO, Jon. Jesucristo Liberador: lectura histórico-crítica de Jesús de Nazareth. Trotta. Madrid, 1993. SCHYLLEEBECKX, Edward. Jesús, la historia de un viviente. Cristiandad. Madrid, 1994. METZ, Johann Baptist. Memoria passionis: una evocación provocadora en una sociedad pluralista. Sal Terrae. Santander, 2007. RATZINGER, Joseph (Benedicto XVI). Jesús de Nazareth. Ediciones Encuentro. Madrid, 2018.
[8] Isaías 50: 4-5
[9] ALONSO LASHERAS-RIVERO, Alfonso. El sufrimiento como lugar para una reflexión teológico-moral: una propuesta pastoral desde un Dios “tododebilidoso”. Tesis de grado para optar al título de Licenciado en Teología Moral. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2016. GOMES, P.R. O Deus im-potente: o sofrimento e o mal em comfronto con a Cruz. Loyola. Sao Paulo, 2007. GONZÄLEZ BUELTA, Benjamín. La humildad de Dios. Sal Terrae. Santander, 2012. KITAMORI, K. Teología del dolor de Dios. Sígueme. Salamanca, 1975. MOLTMANN, Jürgen. El Dios crucificado: la cruz de Cristo como base y crítica de la teología cristiana. Sígueme. Salamanca, 2010.
[10] AUTORES VARIOS. El evangelio de Lucas, relato de la misericordia. En Reseña Bíblica número 90, verano 2016. Verbo Divino. Estella, 2016. FRAILE YÉCORA, Pedro. Entrañas de misericordia: Jesús, ternura de Dios. PPC. Madrid, 2017. FOUREZ, Gerard. Una buena noticia liberadora: evangelio para un mundo en crisis. Sal Terrae. Santander, 1987.
[11] Lucas 22: 42
[12] Lucas 22: 43
[13] Lucas 23: 49
[14] “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? Mateo 27: 46
[15] Lucas 23: 46
[16] VON BALTHASAR, Hans Urs. Sólo el amor es digno de fe. Sígueme. Salamanca, 1999. BOFF, Leonardo. Pasión de Cristo, pasión del mundo. Indo American Press Service. Bogotá, 1978. BRAVO GALLARDO, Carlos. Jesús, hombre en conflicto: el relato de Marcos en América Latina. Sal Terrae. Santander, 1986. ELIZONDO, Virgilio (Editor). Vía Crucis: la pasión de Cristo en América. Verbo Divino. Estella, 1993.
[17] Filipenses 2: 6-11