“El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca”
(Lucas 6: 45)
Lecturas:
- Eclesiástico 27: 4-8
- Salmo 91
- 1 Corintios 15: 54-58
- Lucas 6: 39-45
La afirmación central del evangelio de este domingo procede del contraste profético señalado por Jesús ante la lógica religiosa del judaísmo: para esta tradición en el tiempo de Jesús la pureza espiritual y la conducta agradable a Dios tenían su base en el cumplimiento estricto de la normativa establecida por la ley de Moisés – la Torah – , aumentada por las interpretaciones fundamentalistas de los sacerdotes del templo de Jerusalén y de los rabinos del mismo corte, sin preocuparse de la conversión del corazón a Dios y al prójimo.[1] Eso explica las fuertes controversias que Jesús sostenía con los dirigentes religiosos del templo y de la sinagoga, marcando él la diferencia cualitativa: el asunto clave del reino de Dios y su justicia va a la actitud, a la postura del corazón, a la pureza interior: “Felices los que tienen el corazón puro porque verán a Dios”. [2]
Esto mismo , que podemos llamar un forcejeo dialéctico, se ha vivido en el interior del cristianismo. En nuestros días se ha destacado por la enseñanza del Papa Francisco en algunos temas claves de la conducta cristiana, en la que prevalece para él la riqueza interior y la disposición del corazón dando a la normativa y a la ley un talante de mediación pedagógica , cargándola de contenido liberador. En su momento, y por largos siglos, la moral tradicional del catolicismo se tornó excesivamente jurídica e incurrió en la misma desviación de aquel judaísmo del tiempo de Jesús, se llegó a excesos milimétricos en materia de observancias y de determinar por medidas estrictas de ese tipo lo que es pecado mortal o pecado venial, con no pocas incidencias en complejos desmedidos de culpa y de miedo religioso. [3]
La Palabra de este domingo tiene su fuerza expresiva en la limpieza del corazón, en la transparencia del ser, en la rectitud de la conducta asumida y vivida con libertad y convicción. El seguimiento de Jesús y el acatamiento de la voluntad de Dios no son una camisa de fuerza que mide con indicadores de precisión matemática el “modus operandi” de cada persona. Es un asunto de amorosa responsabilidad de quien se sabe amado e invitado a una vida de plenitud teologal comunicada con la desbordante gratuidad del Padre, a la que se responde con la misma lógica de gracia y bienaventuranza. No obramos por vigilancia, lo hacemos por un amor responsable y liberador: “El horno pone a prueba los vasos del alfarero, y la prueba del hombre está en su conversación. El árbol bien cultivado se manifiesta en sus frutos: así la palabra se expresa en la índole de cada uno. No elogies a nadie antes de oírlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres”. [4]
No está de más advertir que este comentario se inspira en la misma praxis de Jesús. El se enfrenta a una institución religiosa enmarañada por leyes minuciosas y por una enseñanza obsesiva por parte de sus líderes en materia de rigidez más jurídica que ética. Si hacemos un seguimiento a los diversos pasajes de los evangelios sinópticos en esta materia podremos establecer la constante de la mentalidad de Jesús: lo suyo no es una invitación a la anarquía y al desprecio de la ley, es una invitación a cargar de contenido espiritual-teologal-ético el cumplimiento de esas determinaciones. Es lo que en el lenguaje teológico renovado desde mediados del siglo XX se conoce como “moral de actitudes”. [5]
El planteamiento paulino de la moral en el Señor Jesucristo es plenamente revolucionario.[6] El, un riguroso fariseo educado en la aludida moral legalista, ahora convertido al Evangelio, ve en la ley un estímulo para el pecado: “Cuando lo que es corruptible se revista de incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: la muerte ha sido vencida. Dónde está, muerte, tu victoria? Dónde está tu aguijón? Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley. Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo”! [7]
Se plantea aquí un asunto de máximo cuidado, es la formación de la conciencia moral a partir de la experiencia de libertad de la que el mismo Señor Jesús es referente fundamental, la suya es la postura de quien revela al Padre misericordioso y compasivo, solidario con el pecador, nunca con el pecado, promotor del ser humano autónomo, con una autonomía inscrita en el amor de Dios. No se piense que estamos promoviendo el desconocimiento de lo que está establecido en los ordenamientos legales, tanto en el ámbito civil como en el religioso, a lo que se alude, debidamente arraigados en el mismo Señor, es a una praxis liberadora de tal manera que el sujeto creyente viva la rectitud moral como una experiencia de felicidad y de plenitud. [8] La ley, entendida en este contexto, cumple con una función pedagógica que sirve al ser humano para ayudar a hacer de él alguien ético y responsable.
Uno de los aspectos más inquietantes de esa moral rigorista es que quienes así viven se sienten con derecho a ser supervisores y jueces de los demás, a lanzar juicios implacables con gran vanidad y arrogancia de quien los emite, y a clasificar a la gente, con deplorable maniqueísmo , en buenos y malos , teniendo como óptica la estrechez fundamentalista de su maltrecho corazón, obnubilado por el juicio y la condenación: “Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo, que no ves la viga que tienes en el tuyo? Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”. [9] Una comparación como esta que hace Jesús está fundada en la experiencia cotidiana, pasa siempre en todos los tiempos de la historia, también en el nuestro, y va desde las confrontaciones domésticas hasta las polémicas de la gran sociedad cuando se ventilan sin piedad y con modo infame las debilidades de los prójimos. En nuestro mundo cristiano hemos pecado con exceso en este sentido, nos hemos sentido dotados de una autoridad que no tenemos para lanzar improperios y anatemas contra muchas personas. Olvidamos que el modo de Jesús es el de la compasión y la misericordia, lo repetimos: solidario con el pecador no con el pecado, fuerza de Dios empeñado en salvar todo de nuestra humanidad, con su amorosa estrategia de la mano tendida para el perdón y la reconciliación. [10]
Cuando un ser humano es serio en su espiritualidad y en su conducta necesariamente desarrolla una actitud humilde, que no es menosprecio de sí mismo o ingenuidad exenta de talante crítico. La humildad es lenguaje de máxima sabiduría y discreción, que lleva a quien la vive, a reconocerse limitado en medio de la hondura de su experiencia de Dios y de su apertura generosa al prójimo. Esto conlleva una renuncia liberadora a emitir juicios intransigentes sobre la vida y conducta de los demás, y a experimentarse siempre necesitado de Dios. El mismo Dios provoca el ejercicio de revisar la propia conducta en clave de misericordia, de deseo profundo de crecimiento y conversión, y de exquisito respeto a la libertad del prójimo. Genuina sabiduría que procede del Señor Jesús. [11]
Y después, en la parte final del evangelio de este domingo, Jesús aborda el tema esencial de la rectitud del corazón, espacio originario de la bondad y de la virtud según el Evangelio: “El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca”. [12] La bondad moral no es simplemente adaptación formal a códigos externos, en el proyecto cristiano el asunto clave reside en el núcleo mismo del ser, es el corazón que, en el contexto bíblico, es el ámbito en el que se da la conformidad del sujeto convertido con la voluntad de Dios, abierto al prójimo, de convicciones rectas y proceder responsable y consistente. [13] En los salmos encontramos notable riqueza que ilustra con elocuencia la pureza del corazón: “Señor, quien se hospedará en tu tienda? Quién habitará en tu santa montaña? El que procede rectamente y practica la justicia, el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino…..” [14]
En el escenario de la gran sociedad asistimos con honda inquietud al espectáculo penoso de los egos desmesurados de muchos que tienen el poder de tomar decisiones que afectan a la comunidad, frecuentemente acompañadas de arbitrariedades, de desprecio por la dignidad humana, de afirmaciones egocéntricas acompañadas de autoritarismo, de desconocimiento del auténtico servicio a los ciudadanos, de continuos malabarismos para sacar adelante sus intereses sin compromiso con el bien común. [15] Qué hacer? Desde el más puro humanismo y, en el caso nuestro, desde la Buena Noticia de Jesús, se impone la formación de seres humanos en libertad, amor y rectitud del corazón, sin adoptar la postura implacable de jueces . Es lo propio de la vida en el Espíritu, con la intensidad de quien se sabe llamado por Dios, sin alardes de superioridad moral y religiosa.
Antonio José Sarmiento Nova, SJ
[1] VILA PORRAS, Carolina. Concepción de la ley israelita en el Nuevo Testamento y la concepción que de ella tiene Jesús. En Cuestiones Teológicas volumen 42, número 98; páginas 483-510. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2015. SORJ, Bernard. Judaísmo para todos. Centro Edelstein de Pesquisas Sociais. Río de Janeiro, 2011. ANDRÉS-GALLEGO, José Andrés. El judaísmo palestino y el cristianismo originario: por qué relacionarlos. En https://www.digital.csic.es/bitstream/10261/47953/1/JudaismPalestYXtianismoOrigi.pdf SANDERS, E.P. Jesús y el judaísmo. Trotta. Madrid, 2020. NEUSNER, Jacob. Un rabino habla con Jesús. Una discusión sobre Dios. Encuentro. Madrid, 2008. AGUIRRE MONASTERIO, Rafael (Editor). Así empezó el cristianismo. Verbo Divino. Estella, 2010.
[2] Mateo 5: 8
[3] DÍEZ DE VELASCO, Francisco. El miedo y la religión: algunas reflexiones generales. En Arys volumen 14; páginas 23-41. Universidad Carlos III. Madrid, 2016. GIL ESPINOSA, María Isabel. Conciencia de pecado y sentimiento de culpa. En Cuestiones Teológicas volumen 36, número 86; páginas 303-326. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, junio-diciembre 2009. MEZA, Javier. La pastoral del miedo fraguado en la culpa. En https://www.biblat.unam.mx/hevila/Tramas/MexicoDF/2008/no30/2.pdf MARINA, José Antonio. Anatomía del miedo. Anagrama. Barcelona, 2006. RICOEUR, Paul. Finitud y culpabilidad. Trotta. Madrid, 2011. CÁRDENAS AGUILAR, Valeria. Esto que siento: una aproximación filosófica a la culpa. Trabajo de grado para optar al título de filósofo. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 2023.
[4] Eclesiástico 27: 5-7
[5] VIDAL, Marciano. Moral de Actitudes. (4 volúmenes: moral fundamental, ética de la persona, moral social, moral de la sexualidad). Madrid, 1982; Diccionario de ética teológica. Trotta. Madrid, 1991;Para conocer la ética cristiana. Verbo Divino. Estella, 1989. HÄRING, Bernhard. La ley de Cristo (3 volúmenes). Herder. Barcelona, 1976. LOPEZ AZPITARTE, Eduardo. Hacia una nueva visión de la ética cristiana. Sal Terrae. Santander, 2003. MARTÍNEZ, Julio Luis & CAAMAÑO, José Manuel. Moral fundamental. Bases teológicas del discernimiento ético. Sal Terrae. Santander, 2014. MARTÍNEZ, Julio Luis. Teología moral en salida: deshacer nudos y afrontar retos. Sal Terrae. Santander, 2023. WALDO ROMO, P. Permite ser feliz la moral cristiana? En Teología y Vida volumen XLVII , número 2-3; páginas 3-30. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2006.
[6] GRAAS VAN DER LAAN, Cris. La moral cristiana en las cartas pastorales de San Pablo. Tesis de grado para optar al título de doctor en teología. Universidad de Navarra. Pamplona, 1999. MÚNERA DUQUE, Alberto. Una moral específicamente cristiana según San Pablo. En https://www.revistas.javeriana.edu.co/index.php/teoxaveriana/article/view/25219/21735 AGUIRRE MONASTERIO, Rafael. La persona y la obra de San Pablo. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 14 de octubre de 2008. DELHAYE, Philippe. La exigencia cristiana según San Pablo. En Scripta Theologica número 15; páginas 669-738. Universidad de Navarra. Pamplona, 1983. REYNIER, Chantal. Para leer a San Pablo. Verbo Divino. Estella, 2009.
[7] 1 Corintios 15: 54-57.
[8] VIDAL, Marciano. Moral y espiritualidad. De la separación a la convergencia. Covarrubias. Madrid, 1997. RADCLIFFE, Timothy. Qué sentido tiene ser cristiano? El abismo de la plenitud en la vida cotidiana. Desclée de Brower. Bilbao, 2007. CASTILLO, José María. Dios y nuestra felicidad. Desclée de Brower. Bilbao, 2001; La ética de Cristo. Desclée de Brower. Bilbao, 2005. YÚFERA PÉREZ, Julia. Mística y ética. Deconstrucción del sujeto moral a partir de la experiencia mística. Tesis de grado para obtener el título de doctor en educación y sociedad. Universidad de Barcelona, 2017.
[9] Lucas 6: 41-42
[10] KASPER, Walter. La misericordia, clave del Evangelio y de la vida cristiana. Sal Terrae. Santander, 2014. SOBRINO, Jon. El principio misericordia. UCA Editores. San Salvador, 2012. SCHÖNBORN, Cristoph. Hemos encontrado la misericordia. Palabra. Madrid, 2011. GARCÍA, Ciro. Jubileo de la misericordia: valoración teológica a la luz del magisterio del Papa Francisco. En https://www.teresianum.net/wp-content/uploads/2016/11/Misericordia-IED-2b.pdf PÉREZ-COTAPOS, Eduardo. La misericordia en la Biblia: un horizonte iluminador de la práctica cristiana. En Cuadernos de Teología volumen IX , número 1; páginas 76-100. Universidad Católica del Norte. Antofagasta, junio 2017. BAZARRA, Carlos. Vivir la misericordia. Una alternativa a la violencia. Paulinas. Bogotá, 1994. VIALLE, Catherine. La misericordia en la Biblia. Verbo Divino. Estella, 2018.
[11] PONTIFICIO CONSEJO DE LOS LAICOS (Hoy Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida) ). La belleza de ser cristiano. Los movimientos en la Iglesia. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2006. MARTÍN VELASCO, Juan de Dios. Ser creyente hoy. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 25 de febrero de 2014. GARRIDO MATURANO, Angel Enrique. Una lección de humildad o cómo dejar de ser cristiano para intentar serlo. Reflexiones Kierkegaardianas. En Estudios Kiergaardianos, número 5; páginas 43-64. Sociedad Iberoamericana de Estudios Kierkeggardianos. Ciudad de México, 2018.
[12] Lucas 6: 45.
[13] POZ0, Cándido. Simbología del “Corazón” en la Biblia y en la tradición cristiana. En https://www.repositorio.ucp.pt/bitstream/10400.14/15115/1/VO140102-169-183.pdf VON BALTHASAR, Hans Urs. Sólo el amor es digno de fe. Sígueme. Salamanca, 1975. PAPA FRANCISCO. Carta Encíclica Dilexit Nos. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2024. PAPA BENEDICTO XVI. Carta Encíclica Deus Caritas Est Dios es Amor. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2005. MOURLON, Pierre. El hombre en el lenguaje bíblico. Verbo Divino. Estella, 1984.
[14] Salmo 15: 1-3
[15] CABALLO, Vicente E. Un análisis psicológico de Donald Trump. En Psicología Conductual volumen 25, número 1; páginas 227-249. Fundación Veca para el avance de la psicología conductual. Granada, 2017. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El otoño del patriarca. Plaza & Janés. Bogotá, 1975. VARGAS LLOSA, Mario. La fiesta del chivo. Alfaguara. Barcelona, 2000. ROA BASTOS, Augusto. Yo, el Supremo. Alfaguara. Barcelona, 2017. ASTURIAS, Miguel Angel. El Señor Presidente. Cátedra. Madrid, 1997.