Comunitas Matutina 11 de agosto de 2024

COMUNITAS MATUTINA 11 DE AGOSTO 2024
DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
“Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Y se preguntaban: no es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? Cómo puede decir ahora: he bajado del cielo?”
(Juan 6: 41-42)

Lecturas:
1. 1 Reyes 19: 4-8
2. Salmo 33
3. Efesios 4: 30 a 5:2
4. Juan 6: 41-51

En el texto del capítulo 6 de Juan – con el que venimos reflexionando desde hace dos domingos – es notorio el aumento de la tensión entre Jesús y los judíos, porque lo que él dice de sí les resulta inadmisible para su concepción religiosa. La pretensión de Jesús de referir a Dios como aval de su autoridad es para ellos escandalosa en el grado máximo en que algo puede serlo. No es posible, dicen, que este hombre se equipare a Dios, ningún ser humano puede hacerlo. 1 “Los judíos murmuraban de él porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Y se preguntaban: No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? Cómo puede decir ahora: he bajado del cielo?”. 2

La expresión bajar del cielo es clave para comprender a Jesús en este evangelio. La profesión de fe de la comunidad en la que surge este texto hace un reconocimiento de su divinidad, de la legitimidad teologal que hay en él. Esta atribución que formula el texto de Juan resulta desproporcionada y herética para los judíos, porque le conocen, es un igual a ellos, saben de su origen familiar, si es hijo de José y de María no puede ser Dios, es humano, no admiten que Dios se manifieste en esta humanidad concreta, para ellos Dios siempre está en “la altura”, nunca en la realidad histórica y existencial de los hombres y mujeres comunes y corrientes. En este punto estamos tocando el aspecto más revolucionario de la manifestación definitiva de Dios en Jesucristo, porque deliberadamente el Padre resuelve asumir lo humano como la categoría esencial de su revelación, esto conmueve radicalmente el esquema religioso del judaísmo y el de todas las religiones de la historia. 3 Es la contundencia antropológica del cristianismo!

La fuerza de un Dios que se expresa en la historia humana de Jesús es esencial para comprender la lógica de la revelación cristiana y el modo de proceder de Dios: es encarnado, es histórico, es Dios en la humanidad de Jesús y, más aún, es Dios en la humanidad de todos los humanos. Aquí está el punto que escandaliza a los judíos y a todos aquellos que, en los diversos momentos de la historia, no pueden con este Dios que “voltea” los esquemas de la religión. 4

En Juan, Jesús se refiere al Padre más de 90 veces: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día”. 5 Este es uno de los núcleos temáticos del cuarto evangelio: quien me ve a mí, ve al Padre; quien permanece en mí, permanece en el Padre. Jesús es el revelador del Padre, en tales afirmaciones nos encontramos con que la visibilidad de Dios es histórica, humana, existencial, “carnal”, siguiendo la teología del capítulo 6 de Juan. Dios no nos saca de nuestra realidad cotidiana, para llevarnos a ámbitos sacrales, distintos de lo que somos, sino que asume lo humano como canal eficaz para significarse y manifestarse. 6 Lo religioso cristiano tiene el deber de ir evolucionando en su lenguaje, en sus estrategias, para hacerse significativo, no puede quedar fijado en formas y estilos que en algún momento fueron relevantes para las mentalidades y culturas del momento pero que ya no dicen nada. Este dinamismo se desprende de la capacidad encarnatoria del cristianismo, que asume el lenguaje humano y toma parte en su evolución. Si leemos un catecismo de la edad media, hoy, en pleno siglo XXI, probablemente nos encontramos con unas expresiones poco o nada capaces de decirnos algo profundo sobre Dios, sobre Jesús, sobre nosotros mismos. Esto no quiere decir que sea falso, lo que sucede es que hay que actualizar su expresión para que tenga peso significativo en la sensibilidad de hoy. 7

Hablar de esto es delicado porque muchas personas y grupos de Iglesia, se estremecen y piensan que se les está quitando la fe, sacando lo divino de los espacios sagrados para llevarlos a la vida real. Esto es lo que hace Jesús, lo que revela Jesús: con él, el Padre sale de los estrechos límites de la mentalidad religiosa de los judíos. Esto mismo debemos hacerlo en la Iglesia de hoy y de siempre, porque el cristianismo no es una religión desconectada de la historia real de los humanos, sino la manifestación de quien dice: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”. 8 Jesús de Nazareth es el camino para llegar Dios, a nosotros, para llegar nosotros a El, para llegar al prójimo: “Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo El ha visto al Padre. Les aseguro, que el que cree, tiene Vida eterna”. 9 Dios se hace visible históricamente en Jesús de Nazaret.

Viene al caso la primera lectura – tomada del libro 1 de Reyes – en la que cuenta la experiencia del profeta Elías viajando al monte Horeb, en el desierto, huyendo de la mano justiciera de Jezabel, y en profunda crisis: “Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: Basta ya, Señor! Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!”. 10 No es sólo una fuga, aquí hay una búsqueda de las raíces que culmina en un encuentro con Dios. Los grandes creyentes experimentan debilidad en su fe, son humanos, como nosotros, en todos se puede presentar el desaliento, la pérdida de la perspectiva fundamental, el vacío de sentido, el desencanto, “noche oscura del alma”, en el decir de San Juan de la Cruz. 11

Cuando los humanos reconocemos nuestra debilidad entonces interviene El, pero lo hace desde el interior de la misma realidad que nos aflige, El no acontece en lo extraño, sino en la propia y dolorosa historicidad. Vivimos así un encuentro que sorprende porque alimenta y redime: “Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: Levántate, come. El miró y vió que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo”. 12

El ser humano no se basta a sí mismo, cada biografía es un testimonio de esto. Está en nosotros la necesidad de trascender, no podemos vivir sin vínculos, sin encuentros, sin otros que nos alimenten con su pan y satisfagan nuestra sed con su agua. Dios, el que es totalmente Otro, se despoja de esa “otredad” y se mete en la nuestra, toma el modo humano en Jesús, y se constituye, como él mismo lo dice, en: “Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”. 13

Se hace presente el sentido de la eucaristía, la significación comunitaria, eclesial, de este Dios que, en la mediación sacramental de Jesús, se nos ofrece como pan partido y compartido, como sangre derramada para darnos la vitalidad de Dios. Una vez más, los judíos no comprenden que Dios se pueda manifestar en la carne, porque este misterio los desborda. Para ellos “carne” era el mismo ser humano en su aspecto más limitado y contingente: dolor, enfermedad, muerte, por esto les era imposible aceptar la posibilidad de un Dios hecho “carne”, de un Dios debilitado. 14

Jesús quiere hacerles ver que el Espíritu se manifiesta siempre en la carne. Esto se celebra en la mesa eucarística. No puede haber don del Espíritu donde no hay carne. La grandeza de esta consiste en que está transformada por el Espíritu, sin dejar de ser carne. Desde ahora, solo se puede encontrar a Dios en la realidad concreta y en el ser humano. Esa transformación es la que está testificando el evangelio de Juan desde el principio. Gran error de aquellos judíos, y de muchas religiosidades de siempre, es seguir pensando que, para acercarse a Dios, hay que alejarse de la carne, volverse irreal, desentenderse de la historia, de la humanidad concreta.

El Dios identificado con la carne no interesa a muchos porque hace imposible manipular a los intermediarios, impide esa piedad intimista, dulzarrona, sin vigor profético, incapaz de transformar. Negar al Dios encarnado es herético, niega la revelación, niega al Señor Jesucristo, niega la sacramentalidad de su carne. En esa carne se manifiesta plenamente la divinidad. En nuestra carne humana Dios se vuelve carne de todos y nos reviste de la carne sacramental del Señor Jesucristo para hacernos nuevos en El.

Antonio José Sarmiento Nova, SJ

Bibliografía

1 INSTITUTO JOHN HENRY NEWMAN. La inaudita pretensión de Jesucristo. En https://www.institutojohnhenrynewmanufv.com/wp-content/uploads/2018/Guion_LaInauditaPretension.pdf KASPER, Walter. Jesús el Cristo. Sígueme. Salamanca, 1994. En esta importante obra recomendamos leer el item La pretensión de Jesús en la parte segunda del libro Historia y destino de Jesucristo; páginas 122-137. BERMEJO RUBIO, Fernando. La génesis del proceso de divinización de Jesús el Galileo. En ARYS número 12; páginas 293-320. Universidad Carlos III. Madrid, 2014, IZQUIERDO, César. La formidable cuestión de la conciencia divina de Jesús. En Scripta Theologica volumen 35, número 3; páginas 691-728. Universidad de Navarra. Pamplona, 2003. AGRETTI, Dayse Marianela. La Palabra se hizo carne. La humanidad de Jesús, lugar natal , para pensar a Dios y al ser humano en Adolphe Gesché. Tesis para obtener el título de Doctora en Teología. Faculdades Jesuitas de Filosofia e Teología FAJE. Belo Horizonte, 2015. GONZALEZ FAUS, José Ignacio. La autoridad en Jesús. En Revista Latinoamericana de Teología volumen 7, número 20; páginas 189-206. Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA. San Salvador, 1990.

2 Juan 6:41-42

3 DEL AGUA PÉREZ, Agustín. El Jesús histórico y el Cristo de la fe. Ante el final de una abstracción metodológica? En Estudios Eclesiásticos volumen 86, número 338; páginas 449-480. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2011. TILLARD, Jean Marie. Carne de la Iglesia, Carne de Cristo. Sígueme. Salamanca, 2006. PLASCENCIA ALDRETE, Juan Carlos. Los sacramentos de la humanidad de Cristo. En https://www.antoniano.org/public/pua/dispense/6.%20PlascenciaSacra.pdf ORTUNO MARCHANTE, Felipe. El escándalo de la encarnación. En Ceretanum número 1; páginas 9-26. Real Academia de San Dionisio. Jerez de la Frontera, 2023.CHILLÓN, José Manuel. Mi carne tiene ansia de ti: la finitud como lugar teológico. En Estudio Agustiniano volumen 59; páginas 7-22. Estudio Agustiniano. Valladolid, 2024. POLANCO, Rodrigo. La carne de Cristo como salus in compendio o la gloria de Dios en lo finito. En Teología y Vida volumen L; páginas 345-373. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, 2009.

4 SCHYLLEEBECKX, Edward. Jesús, la historia de un viviente. Cristiandad. Madrid, 1987. TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la revelación: la revelación divina en la realización humana. Trotta. Madrid, 2008.

5 Juan 6: 44

6 SCHOONENBERG, Piet. Un Dios de los hombres. Herder. Barcelona, 1972. CASTILLO, José María. La humanización de Dios. Trotta. Madrid, 2009. KUNG, Hans. Lo que yo creo. Trotta. Madrid, 2011. URÍBARRI BILBAO, Gabino. El Hijo se hizo carne. Cristología fundamental. Sígueme. Salamanca, 2021.

7 MORAL, José Luis. Jóvenes sin fe? Manual de primeros auxilios para reconstruír con los jóvenes la fe y la religión. PPC. Madrid, 2007. TORRES QUEIRUGA, Andrés. Fin del cristianismo premoderno. Sal Terrae. Santander, 1993. MARDONES, José María. Análisis de la sociedad y fe cristiana. PPC. Madrid, 1995. VAN de POL, Wilhem Hendrik. El final del cristianismo convencional. Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1973.

8 Juan 6: 51

9 Juan 6: 46-47

10 1 Reyes 19: 4

11 SAN JUAN DE LA CRUZ. Noche Oscura. En IDEM. Obras Completas a cargo de Maximiliano Herráiz. Sígueme. Salamanca, 1992; páginas 413-543. GAITAN DE ROJAS, José Damián. El libro Noche Oscura: genesis, estructura y sentido. En Revista de Espiritualidad número 78; páginas 35-61. Carmelitas España. Madrid, 2019. ROSSI, Rosa. Juan de la Cruz: silencio y creatividad. Trotta. Madrid, 1996. STEIN, Edith. La ciencia de la cruz. Monte Carmelo. Burgos, 1994. 

12 1 Reyes 19: 6. MARTIN VELASCO, Juan de Dios. El encuentro con Dios. Caparrós Editores. Madrid, 1995. LAGUNA, José. Y, si Dios no fuera perfecto? Hacia una espiritualidad simpática. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2000. DIMITROV, Tihomir. La dimensión espiritual de grandes científicos. Universidad Iberoamericana. Ciudad de México, 2014, SANZ GIMÉNEZ-RICO, Enrique. Cercanía del Dios distante. Imagen de Dios en el libro del Exodo. Tesis para obtener el título de Doctor en Teología Bíblica. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2000.

13 Juan 6: 49-51

14 INIESTA, Alberto. La Cruz del Señor, debilidad del hombre, fortaleza de Dios. En Scripta Fulgentina volumen 2, número 12, páginas 23-32. Instituto Teológico San Fulgencio. Murcia, 1996. DALEY, Brian E. Cristo, el Dios visible. La fe de Calcedonia y la cristología patrística. Sígueme. Salamanca, 2020. FORTE, Bruno. Jesús de Nazaret. Historia de Dios, Dios de la historia. Paulinas. Madrid, 1983. HAIGHT, Roger. Jesús, símbolo de Dios. Trotta. Madrid, 2007. RIVAS, Luis Heriberto. El conocimiento de Dios en el Evangelio de Juan. En Teología tomo L, número 114; páginas 171-181. Pontificia Universidad Católica Argentina. Buenos Aires, agosto 2014. MOINGT, Joseph. El hombre que venía de Dios. Desclée de Brower. Bilbao, 1998. RACZKIEWVICZ, Marek. El rostro de Cristo, icono de Dios. En Teología y Catequesis. Número 141; páginas 57-74. Universidad Eclesiástica San Dámaso. Madrid, 2018.

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